Es de madrugada en el barrio, la lluvia ha hecho de la calle de tierra un intransitable pantano y amenaza con anegar las viviendas. Luego de varias cuadras de enterrar las botas en el barro, Carlos llega a la parada del colectivo que lo llevará hasta la estación de trenes. Diez, quince, veinte, cuarenta minutos de espera y el transporte por fin llega. Tiene por delante media hora en colectivo y otra hora en tren hasta su destino cotidiano, su lugar de trabajo. Luego de nueve o diez horas de labor, emprende el peregrinaje que lo traerá de nuevo a su hogar.Esta escena de ficción pretende representar parcialmente la problemática que aqueja a bastas zonas de la Región Metropolitana de Buenos Aires (RMBA). Miles de personas de las periferias urbanas no han tenido la oportunidad de poder acceder a tierra urbanizada y bien localizada, y se han visto obligadas a padecer las consecuencias de vivir en sectores cada vez más alejados de la ciudad consolidada. La economía de mercado, y sobre todo la especulación inmobiliaria, han condicionado, y condicionan, el desarrollo urbano y el reparto equitativo de las cargas y beneficios que debería garantizar el Estado. La falta de acceso al suelo urbano para los sectores populares (y en forma creciente también para la clase media) es una realidad que obliga a que las comunidades deban primero ocupar la tierra y luego esperar la dotación de servicios urbanos y la regularización dominial. Son pocos los que pueden elegir no esperar (el colectivo, el tren, el agua, las cloacas, el progreso ), ya sea por tener la capacidad de poder pagar una buena localización en la ciudad, o por poder acceder al uso del transporte privado.Con todo, esta es solo una de las múltiples aristas de los problemas de hábitat de la RMBA. Y se entiende que el desarrollo no consiste en alcanzar todos los estándares y los atributos de las áreas centrales, sino aquellos necesarios para el desenvolvimiento de la vida. Es decir que el desarrollo urbano no se reduce a achicar la brecha entre los pares polares centro-periferia, sino a dotar a los territorios, teniendo en cuenta sus particularidades endógenas, de las condiciones necesarias para integrarse a la ciudad y para satisfacer las necesidades de su población.Otra periferia es posible. Las grandes intervenciones privadas, como urbanizaciones cerradas y grandes centros comerciales, no generan desarrollo, disputan la periferia, fragmentándola física y socialmente. Deben generarse territorios en los que el principal motor de cambio sea la capacidad autoorganizativa de la comunidad local para sostener procesos de desarrollo endógenos, creando espacios integrados a la ciudad con condiciones de hábitat adecuados.Las periferias urbanas latinoamericanas han dado cuenta históricamente de experiencias de reivindicaciones y luchas en contra de las hegemonías impuestas y, según el análisis de Raúl Zibechi (2008), han conformado verdaderos territorios en resistencia. Es menester del Estado, en articulación con las comunidades involucradas, Organizaciones No Gubernamentales e, instituciones académicas, contribuir a que estos territorios desarrollen sus capacidades mediante intervenciones que se adapten a sus necesidades.El presente trabajo pretende colaborar con la búsqueda de soluciones para estos territorios desde el enfoque del desarrollo urbano y a través de un caso particular, la zona de Cruce Derqui.
Fil: Bustos, Walter. Universidad Nacional de General Sarmiento. Instituto del Conurbano; Argentina.